Tener unas manos bonitas es uno de los rasgos más femeninos y delicados que puede poseer una mujer. Para ello, hay que ofrecerles unos cuidados continuos que favorezcan un tacto tan suave que pueda percibirse a simple vista. Uno de estos cuidados fundamentales es la hidratación. Es necesario habituarse a aplicaciones diarias de cremas que equilibren los niveles necesarios de agua y vigilar que no contengan excesos que produzcan grasa.

Esta hidratación debe aplicarse también en las uñas, una zona que solemos pasar de largo a la hora de ponernos cremitas. El hecho de que mantengas las uñas también hidratadas contribuirá en gran medida a mantenerlas fuertes y sanas, y por lo tanto, más brillantes. La parte de uña que vemos en la superficie del dedo es el término final de una larga lámina que se encoge bajo nuestras yemas a modo de caracolillo, por ese motivo es por el que también debemos efectuar un masaje fortalecedor en esa zona.
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En ocasiones nuestras uñas pueden tener un aspecto amarillento debido a varias causas. Hoy veremos cómo solucionar ese problema, algo que también evitarás utilizando barnices de buena calidad y poniendo siempre una base protectora antes de la primera capa de color. Del mismo modo, utiliza quitaesmaltes que no contengan acetona. Prueba con estos trucos caseros para blanquear las uñas y no olvides que para ello tienen que estar perfectamente borradas:

– Con limón: prepara en un bol el zumo de un limón y algo de agua (la capacidad de un vaso convencional) y mézclalo. Pon tus uñas a remojo en esta mezcla durante 15 minutos. Si quieres un mayor efecto, aprovecha la cáscara del limón y frótatelas uñas y la zona de alrededor. Después del cuarto de hora de remojo, aclara abundantemente con agua y no expongas tus manos al sol. Repite este proceso un par de veces cada semana. El limón contiene propiedades antioxidantes, gracias a las cuales eliminará la apariencia amarillenta de tus uñas.
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Al igual que ocurre con el pelo, las uñas están formadas por capas de queratina, que es una proteína fibrosa. En ocasiones la matriz que produce esas células de queratina se daña o pierde su desarrollo habitual, y eso conlleva que las uñas se vuelvan frágiles, algo que se ve reforzado por otras causas como el estrés físico o químico del día a día. Así es como se van volviendo blandas, quebradizas y descamadas.

Algunos factores que pueden hacer que tus uñas se vuelvan débiles tienen que ver con el contacto prolongado con el agua, ya que al tener una estructura muy porosa el agua la hace mucho más vulnerable. Esto provoca que las capas de queratina se inflamen, se rasguen y se sequen. Otras causas más comunes son el envejecimiento, la predisposición genética, el frío o el calor excesivos, o realizarse manicuras muy agresivas. Por supuesto morderse las uñas también provoca que se quiebren, así como enfermedades de tipo dermatológico.
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