
En el siglo XVIII, cuando los marinos británicos navegaban por zonas donde el té escaseaba, les llamó la atención un pequeño árbol, de no más de 6 metros, cuyas aromáticas hojas eran utilizadas como sucedáneo de su arraigada infusión de rigor, de ahí que comenzaron a llamarle “el árbol del té”. Estos árboles son endémicos de la costa subtropical de Australia, donde crece en el borde de los ríos, lugar donde, por tradición, se utilizaban sus hojas para varios usos, como para cicatrizar heridas.
En los años 30 y 40, el aceite del árbol del té ya era conocido como un perfecto antiséptico de uso tópico, considerado uno de los aceites más activos desde el punto de vista medicinal. Actualmente, es muy utilizado en Australia, Estados Unidos y Japón, y su uso en Europa está progresando con gran acogida en la última década, gracias a los asombrosos resultados que produce, entre los que podemos destacar su eficacia a la hora de combatir el acné.
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