Uno de los pilares básicos de la rutina diaria de belleza es, sin duda, la limpieza nocturna, y que siempre os digo que ha de ser habitual tanto en mujeres que se maquillan como en las que no. En este último caso, es suficiente lavar la cara con agua y jabón suave, que no reseque, y pasar una bolita de algodón con un tónico que limpie bien los poros de los restos de la polución. En cambio, si tienes por costumbre maquillarte, la limpieza será un poco más profunda.
Las toallitas húmedas desmaquillantes son buenas para eliminar la capa más superficial del maquillaje, pero no debes utilizarles como método exclusivo de limpieza. Lo correcto es aplicar leche o espuma limpiadora con las yemas de los dedos, en movimientos circulares e incidiendo bien en las aletas de la nariz. Para retirar este producto, son muchas las mujeres que utilizan discos de algodón, yo, personalmente, prefiero las esponjas o toallas lavables.
Estas esponjas solían usarse para retirar mascarillas faciales, ya que su eficacia y poder de absorción las lleva a eliminar por completo todos los restos de producto, incluidas las gomitas que deja el peeling. Con el tiempo, fueron entrando en más casas para desmaquillar el rostro a diario de un modo efectivo, suave, nada agresivo. Inicialmente, la pieza en seco es muy dura, pero cuando la humedeces, su tacto se hace muy jugoso y blando, resultando ser muy suave sobre la piel.
Su flexibilidad te permite llegar a todos los puntos necesarios, y su suavidad no dañará ninguna parte sensible del rostro, como pueden ser los párpados. Puedes mojarla tantas veces quieras para seguir eliminando restos, aunque con una sola pasada ya sueles estar limpita. Su mantenimiento pasa por esos enjuagues de agua, a los que les puedes añadir una gotita de jabón de tocador. Una vez seca, volverá a su tacto duro, que no te preocupe la forma que coja, ya que, al mojarla de nuevo, volverá a ser la ideal.