La pregunta del millón. En el mercado capilar actual hay tal variedad de productos que te puedes volver loca para encontrar el más adecuado. Y digo yo, ¿para qué cambiarlo si ya has dado con él? De modo que mi respuesta inicial a si debemos o no andar cambiando de champú sería “no”, pero con algunos matices. Estos matices siempre responderán a las necesidades puntuales de tu cabello.
Existen diferentes tipos de pelo: graso, seco, fino, grueso… así como diversos motivos internos y externos que pueden modificarlo temporalmente: permanentes, tintes, cloro, situaciones de estrés, embarazo, etc. A todos estos factores será a los que tendrás que estar atenta para plantearte la necesidad de cambiar el champú que necesitas utilizar en cada momento. Del mismo modo, cremas y mascarillas también te ofrecen diferentes resultados. Lo importante es que no te dejes llevar por el bombardeo constante de publicidad que te invita a cambiar continuamente de tratamiento.
Párate a pensar que todo eso no es más que marketing que trata de generar en ti la necesidad imperiosa de hacerte con sus productos. De esta “falsa” necesidad es de la que viven principalmente las marcas. Cierto es que los productos más innovadores contienen ingredientes de última generación que hace años ni existían, pero ¿los necesita tu pelo? Pues a lo mejor sí, y a lo mejor no. Pero para eso ya está la dependienta en la tienda que tratará de convencerte de que son lo mejor para ti.
En este sentido hay una frase que es “de libro” en todas las perfumerías: “Es que el pelo se acostumbra y el producto deja de hacer efecto”. Mentira. Si estás contenta con tu champú no lo cambies. Date cuenta de que esos nuevos ingredientes maravillosos igual consiguen engrasártelo o hacer que pierda el brillo. Si tú champú ha dejado de hacerte efecto comprueba primero si la fórmula ha sido modificada y también si pueden haberte afectado los factores de los que te hablaba al principio. Solamente así es cuando deberás plantearte el cambio.