Nuestro aspecto físico depende, en gran medida, de un aporte genético que puede beneficiarnos en mayor o menor grado, pero sin duda, todos tenemos necesidad de realizar ciertos cuidados para lucir un rostro radiante y luminoso, más allá de la belleza que hayamos heredado. Hoy te hablaré de 3 mascarillas caseras que aportarán luz a tu semblante, y cuyos ingredientes son habituales en los hogares, o fáciles de encontrar.
Para preparar la primera mascarilla, necesitarás aceite de almendras y aceite de sándalo (que lo encontrarás sin problema en herboristerías o tiendas naturistas). Estos aceites se mezclan con un poco de leche y su resultado lo podrás aplicar, dos veces por semana, dando un suave masaje en el rostro. Notarás como tu piel se reaviva, elimina la palidez y aporta un toque luminoso que da una maravillosa sensación de resplandor.
Otra fórmula consiste en realizar un puré suave, nada espeso, con unas fresas frescas bien lavadas. Aplícatelo en movimientos circulares y déjala media hora de exposición antes de retirarla con agua fría. Notarás que tu rostro se ilumina, ya que las semillas de las fresas actuarán como un ligero peeling y eliminarán las células muertas, que tanto apagan la tez.
Otro remedio casero lo obtendrás si mezclas en un recipiente un poquito de agua caliente, una cucharada de miel, media de levadura, y tres cucharadas de aceite de soja, ve realizando la mezcla mientras añades, poco a poco, cinco cucharadas de avena, hasta que consigas una pasta homogénea con una consistencia más bien espesa. Una vez lograda dicha consistencia, aplícala sobre el rostro, incidiendo en las zonas en las que quieras beneficiarte mayormente de esta mascarilla.
Realiza movimientos circulares ascendentes, a modo de masaje, con las yemas de los dedos, y déjala actuar durante 15 ó 20 minutos. Después, enjuágate abundantemente con agua tibia, y verás cómo esa hiperhidratación llena tu rostro de luz y vida.