Hay multitud de ocasiones en que ciertos aspectos de la vida van evolucionando y, por lo general, yo suelo mostrarme satisfecha y de acuerdo con todos o la mayoría de ellos. En esta ocasión, no sólo estoy encantada, sino que celebro enormemente el que signos físicos y personales como lo son las pequitas y los lunares, ya no sean un defecto susceptible de ser ocultado.
Recuerdo que en mi adolescencia tenía una amiga de piel clarita, pelo rubio, ojos claros, “pero” tenía pecas… la pobre se mataba a cubrirlas con espesos maquillajes muy cubrientes, lo que no le favorecía nada, además de eliminar la mayoría de sus rasgos naturales. Afortunadamente, en la actualidad, tanto las pecas como los lunares han sabido encontrar su sitio en el mundo de la estética, resultando las primeras muy inocentes, y los segundos muy sensuales o sexys.
El nuevo concepto de lunar cambió radicalmente a finales de la década de los 80 cuando la modelo americana Cindy Crawford irrumpió en multitud de portadas, luciendo orgullosa un peculiar lunar que luce en el extremo izquierdo de su labio superior. Como curiosidad, deciros que anteriormente a su espectacular salto a la fama, hubo prestigiosas marcas de cosméticos que renunciaron a contar con ella en sus campañas publicitarias, puesto que la modelo se negó a extirpar “ese defectillo”. Las mismas firmas que, posteriormente, se la rifaban y le ofrecieron suculentos contratos millonarios.
Creo que la lectura que podemos sacar de todo esto es que, quizá, la clave de la belleza de Cindy radique en su fuerte personalidad, en saber sacar partido a algún rasgo que, hasta ese momento, se consideraba un defecto y que se convirtió en su seña identificativa más sensual. Lo mismo ocurrió posteriormente con las mujeres de piel clara y pequitas, que están enormemente favorecidas con maquillajes fluidos translúcidos que no ocultan para nada su rostro al natural.