Nos gustaría lucir una buena imagen constantemente. Por eso, la mayoría de nosotras nos maquillamos e intentamos cuidar nuestra piel para mostrar un mejor aspecto.
Sin embargo, tener un rostro saludable no depende sólo de estos dos factores, sino que existen una serie de agentes externos que hacen que nuestra piel evolucione positiva o negativamente.
Por supuesto, existen elementos propios y externos de la naturaleza que no podemos controlar, como la evolución de nuestra piel en las diferentes edades (el cambio de la edad joven a la adulta, el envejecimiento, etc. ) o factores ambientales como el sol, la humedad, las temperaturas, el viento o la contaminación.
Sin embargo, hay una larga lista de factores que está en nuestra mano controlar. Si los tienes en cuenta, seguro que conseguirás lucir una piel más sana que también agradecerás a la hora de maquillarte.
El sueño puede ser el mejor o el peor aliado para la piel, puesto que es en las horas de sueño cuando la piel se renueva por si sola creando nuevas células. Si no duermes lo suficiente, estarás produciendo menos y además mostrarás un rostro cansado y con ojeras. Debes dormir como mínimo siete horas, ¡ni una menos!
El agua es el encargado de limpiar las impurezas del sistema, que también van a tu rostro; bebe un mínimo de siete u ocho vasos al día para mejorar la circulación y el crecimiento de las células.
En relación con lo anterior, otro factor clave es una buena nutrición, ya que estar sano por dentro siempre se nota por fuera. Los alimentos aportan los minerales y vitaminas necesarias al cuerpo, por lo que debes lleva una dieta sana y equilibrada.
Evita las sustancias como el tabaco, el alcohol, la cafeína y los medicamentos, que hacen perder hidratación a la piel haciéndola envejecer antes de tiempo.
El ejercicio, más allá de ponernos en forma, también ayuda a revitalizar la piel a través de la circulación de la sangre hacia la superficie de la piel para regenerarla. Además, también sirve para liberar a las personas del estrés, que a menudo tiene efectos muy perjudiciales sobre la piel: hace aparecer manchas, urticaria, perdida de color y ojeras, y puede dejarnos una expresión fatigada permanentemente. Para controlarlo en la medida de lo posible, practica ejercicios de relajación de los músculos faciales y evita fruncir el ceño.