Verdades y mentiras de los anticelulíticos


Con la llegada del verano y las altas temperaturas, todas nos apuramos a querer bajar un par de quilitos y mejorar, en la medida de lo posible, el aspecto de nuestra piel. Es en esta época del año, cuando más detalladamente examinamos nuestro cuerpo, y las grandes marcas del mercado de la cosmética lo saben perfectamente, por ello, a partir de la primavera, la televisión y las revistas nos bombardean con anuncios de productos anticelulíticos. Cada año son más las marcas que los distribuyen, y también son más los métodos que nacen con respecto a años anteriores.

Puedes encontrar cremas, geles con efecto frío/calor, bálsamos nocturnos, parches y, en los últimos tiempos, pastillas que combaten la grasa nodular. Aunque en principio, los ingredientes que componen sus fórmulas comparten en su mayoría los mismos o similares principios activos, cierto es que unos son más efectivos que otros, excepción hecha de los tratamientos quirúrgicos, que son los únicos que te ofrecen una garantía en un tiempo récord.

Decantarse por uno o por otro puede deberse al buen resultado que le dio a alguien cercano, o a que confías en la marca porque compras otros productos suyos que te van muy bien, o simplemente, porque su anuncio te destacó sobre los demás por algún motivo. Yo no quiero entrar a valorar la efectividad de cada uno de los métodos, lo único que te puedo asegurar es que todos tienen algo en común, y ése es el punto en el que más debemos trabajar la mente antes de adquirirlo.

El nexo entre todos los anticelulíticos que hay en el mercado son las recomendaciones que te hacen para lograr su efectividad: una dieta sana y equilibrada, hacer 40 minutos de ejercicio diario, beber al menos un litro y medio de agua al día, y por supuesto, la constancia. Si crees que no tienes voluntad para llevarlo a cabo, el producto de por sí nunca dará el resultado esperado.

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