Se acaba de celebrar una nueva entrega de los Premios Príncipe de Asturias, una ocasión en la que, como tantas otras, la princesa Letizia es mirada con lupa por parte de prensa y público. Este año sorprendió a muchos de ellos por su seguridad y actitud sonriente, dejando atrás el aire de solemnidad con el que acudió en ediciones anteriores. Todo parece indicar que el estilismo elegido en esta ocasión ha sido del agrado de la mayoría.
Uno de los aspectos que más ha llamado la atención ha sido su peinado. La princesa llevaba su melena con ondas bastante marcadas, raya al lado y la zona frontal con una suave montañita. Optó por recoger uno de los lados con un moderno broche joya de azabache, quizá haciendo un guiño al abalorio con el que se adorna el dengue y el mandil del traje regional del Principado. Sin duda, una nueva imagen que resultó ser todo un acierto.
El peinado de la princesa, tocado incluido, iba muy bien con el vestuario elegido para esta ocasión. Doña Letizia lució una falda de gasa blanca a la altura de la rodilla, y un cuerpo negro que combinaba transparencias, abalorios y lentejuelas, todo ello de Felipe Varela, diseñador por el que la consorte siente especial debilidad. Acompañó su estilismo de un clutch negro y zapatos nude, siendo este tono una demostración de su personalidad, por no optar por llevar el conjunto monocolor.
En cuanto al maquillaje, la princesa se decantó por los tonos tierra. Sus ojos llevaban una discreta técnica que combina un trío de chocolate, arena y beige, siguiendo la gran tendencia que existe actualmente por pintarse los ojos en marrón. Destacaban sus pestañas, extremadamente largas y separadas. La barra de labios era muy natural con acabado brillo, y el colorete combinaba el melocotón de los pómulos con el rubor rosado de las mejillas.