Pocos días hay tan importantes para una persona como el de su boda, lo malo es que no siempre se puede disfrutar de él porque a veces los nervios lo impiden; los mismos nervios que empiezas a sentir ya unos días antes cuando quieres comprobar que todo está saliendo según lo previsto y que nada va a aguarte uno de los días más felices de tu vida. Y todo esto parece que le afecta mucho menos a un hombre que a una mujer.
De toda la vida, el traje de novia ha sido el secreto mejor guardado, y en todas las bodas se espera impaciente por ver llegar a la novia, y ahí es cuando la suerte ya está echada: todo el mundo va a opinar del vestido, el peinado, el maquillaje… hasta de si ibas tensa, nerviosa o sonriente. Entiendo que es estresante, por eso hay que tener todo muy bien atado.
Otro aspecto fundamental de la novia es la manicura, algo que nunca destaca ese día y que será el gran protagonista de numerosas fotografías, especialmente en el momento del intercambio de los anillos, por lo que es imprescindible lucir unas manos bonitas y muy bien arregladas, que no echen por tierra todos tus esfuerzos de los últimos meses para conseguir la perfección.
Las manos son una zona que muestra infinidad de marcas y arrugas, por lo que debes acostumbrarte a hidratarlas continuamente, y realizarte un masaje todos los días, incidiendo en la parte de los nudillos, con presiones efectuadas con movimientos circulares. En cuanto al color de la piel, cuidado si vas a usar autobronceadores, puesto que es la parte en la que quedan de un modo menos natural, no lo dejes para el último día, y menos si nunca los has utilizado.
En lo que a las uñas se refiere, deben estar algo larguitas, puesto que siempre estiliza la mano, pero no quedan finas si las llevas largas en extremo y, por supuesto, todas deberán lucir la misma longitud. Ese día es imprescindible que no tengas pieles levantadas y, en cuanto al color, yo siempre recomiendo tonos naturales como el porcelana, puesto que son totalmente atemporales y tus fotos te seguirán gustando siempre, algo que no ocurrirá si llevas un color de moda.