Autobronceador con pistola


El primer recuerdo que tengo de un autobronceador es una piel a manchas en tonos amarillentos… afortunadamente, muchas cosas han cambiado desde aquella primera aplicación. Por un lado, la experiencia (que siempre es un grado), y hacer caso de los consejos que cada producto da en sus indicaciones; por otro lado, el gran avance que estos productos han experimentado, donde cada vez se logran colores más dorados y naturales. Luego vinieron las cabinas de autobronceado, tanto faciales como corporales, pero para las que necesitas una serie de pautas para evitar contraindicaciones, y no todo el mundo puede hacer uso de ellas.

Por último, lo más de lo más, el autobronceador con pistola, un sistema rápido, seguro, y nada dañino, puesto que lo que hace es “colorear” tu piel, como si le pusieras un maquillaje semipermanente. Para este método existen dos modalidades: la cabina cerrada donde tú, una vez desnuda, accionas un botón y te cae una leve ducha con el producto; o bien el cubrirte con un tanguita desechable y que una empleada del centro te vaya disparando con una pistola de aerosol el producto, de un modo homogéneo, por todo el cuerpo y cara.

Para mí, esta última es mucho más eficaz, puesto que la distancia y los movimientos circulares que realiza con cada disparo dan un resultado mucho más natural. El producto con el que te realizan cada sesión es un derivado de la caña de azúcar, y al entrar en contacto con las proteínas de la piel, reacciona inmediatamente bronceándose y aumenta un poco más en las horas posteriores.

El tono que coge tu cuerpo es el mismo que la tonalidad que en ti produce el sol, pero no olvides que no es un protector solar. Una sesión corporal completa cuesta alrededor de 25 euros, y dura más o menos una semana. Los restos de la primera aplicación los eliminas con una ducha normal, que te darás 4 ó 5 horas después y, a partir de ese momento, no manchas la ropa ni nada, sólo presumirás de bronceado.

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