El tono de nuestra piel es determinante a la hora de elegir qué maquillaje es el que más nos conviene. Sabemos que las pieles claras parten de la base de no abusar de tonos mucho más oscuros que su propio color, pero, ¿qué hay de las pieles más oscuras? ¿Qué errores no podemos cometer?
El hecho de ser morena puede ser ya una ventaja en sí misma, pues bastará con un maquillaje muy natural que recupere la luminosidad de nuestro bronceado para resultar tan favorecidas como en pleno verano (o como mínimo intentarlo).
Sin embargo, las pieles morenas también tienen algunos inconvenientes, entre ellos, el hecho de que no suelen disimular demasiado bien las ojeras especialmente durante los meses más fríos del año, cuando estamos menos bronceadas. Aplica con toquecitos de dedo un corrector anti-ojeras sobre este tipo de imperfecciones para ocultarlas o corregirlas visualmente, y luego espárcelo para que no se note.
La base de maquillaje debe adaptarse perfectamente a tu tono de piel, siendo igual e incluso algo inferior a tu color, y no pretendiendo parecer más bronceada con tonos superiores que te harán el ‘efecto máscara‘ y que no darán luz a tu rostro.
Con este tipo de tez las bases y los tonos dorados, anaranjados o amelocotonados consiguen un resultado fenomenal, brillante y muy natural que te dará un aspecto dulce y suave a la vez que sensual.
Aplica las base en la parte media del rostro y difúndelo progresivamente repartiéndolo hacia el exterior, procurando siempre conseguir un resultado uniforme y natural.
El blush o colorete de tonos luminosos (dorado, granate o melocotón) dará un toque de alegría a tu cara. Debes aplicarlo con una brocha muy ancha, dejando que quede más marca de color en las partes altas (exteriores) del pómulo que en las centrales.