Oro, plata, platino… la cosmética se transforma en joya enriqueciendo sus fórmulas más suntuosas con metales nobles y piedras preciosas, haciendo de tu piel tu mejor joya. Los metales preciosos no solo sirven para llevarlos en un anillo o unos pendientes, si quieres saber cómo cuidar la piel con metales preciosos toma nota de estos consejitos:
– Oro: Fue el primer metal precioso en entrar en el mundo del tratamiento. Una de sus principales cualidades es su acción regeneradora sobre la piel, ya que actúa estimulando la mitocondria celular, proporcionando energía a las células y dando a la piel una acción rejuvenecedora y reafirmante de inmediato. Como beneficio añadido, la luminosidad, ya que las micropartículas de oro reflejan la luz.
– Gemas: son muchas las que forman parte de tratamientos cosméticos. La turmalina tiene poder rejuvenecedor e iluminante. El jade, ayuda a detoxificar la piel y refinar los poros. La rodocrosita combate el estrés oxidativo y los radicales libres. El cuarzo rosa, aporta brillo.
– Perlas: Contienen un alto porcentaje de aminoácidos, un tipo de proteína muy similar a la piel, por lo que no sólo mejoran sus defensas, sino que además estimulan su capacidad de regeneración al potenciar el metabolismo celular. Carga la piel de energía desde el interior, dándole más capacidad de reparar los daños que sufre a diario. El brillo es otro de sus activos clave, ya que el nácar viste de resplandor la piel.
– Diamante: Su extraordinaria dureza y resistencia son dos de las cualidades más conocidas de los diamantes. Su capacidad de cortar el cristal se traslada a la piel en forma de peeling, uno de los más exquisitos jamás formulado. Además, el diamante es un gran catalizador de la energía, mejorando la bioelectricidad de la piel y, por tanto, su capacidad de regeneración y recuperación. Lógicamente, su brillo también forma parte vital de sus cualidades cosméticas, dándole a la piel una luminosidad especial y única, con efecto soft focus, que atenúa las arruguitas.