En los últimos años hemos podido apreciar cómo los centros de estética han visto aumentada la demanda de tratamientos naturales para mejorar el estado de la piel. Para satisfacer al cliente en su búsqueda se han retrocedido siglos y así es como en la actualidad vivimos una fantástica regresión a las técnicas más antiguas, empleadas por sabios ancianos originarios de diferentes lugares.
La moxitoterapia es una técnica milenaria de origen asiático que se realizaba inicialmente con fines terapéuticos. Una estudiada combinación entre masajes y calor sobre puntos estratégicos que mejoraban problemas como contracturas y similares. Las personas que acudían a este tipo de sesiones empezaron a apreciar como el estado de su piel mejoraba notablemente, como si fuera un efecto secundario. A partir de ahí, este tratamiento también fue incluido en los realizados por profesionales de la estética.
Esta técnica toma su nombre del instrumento principal con el que se realiza, las moxas. En su origen, una moxa se fabricaba con hojas de plantas medicinales con las que se formaba un cilindro, una especie de canuto fumeante que se acercaba a las zonas a tratar. En la actualidad, las moxas son similares a un bolígrafo de diámetro muy ancho, y en su interior se introduce un complejo combinado de hierbas aromáticas que se han secado, triturado y prensado en forma de varilla similar a las de incienso. Entre estas plantas se encuentran la artemisa, el olivo y el pino, favoreciendo al máximo un alto nivel de relajación.
Estas modernas moxas de acero están dotadas de unos orificios que permitirán la salida del calor y el aroma que desprende la amalgama de las distintas plantas. El profesional moxitoterapéutico irá deslizando la moxa por las zonas a tratar, deteniéndose en aquellos puntos sobre los que se pretenda enfatizar sus efectos. Esta técnica mejora de un modo espectacular problemas cutáneos como acné y eccemas, además de ser un estupendo tratamiento antiinflamatorio y antiestrés.