Quien me lee habitualmente, sabe que nunca centro mis consejos ni truquitos de belleza en la gordura, la delgadez, ni en ningún otro tema que tenga que ver con el adelgazamiento ni la consecución de un cuerpo 10, puesto que parto de la base de que cada una debemos sacarnos partido, pero siempre mirando nuestras posibilidades y sin obsesiones.
Sí que es cierto que a menudo hablo de los beneficios que conlleva el mantener una dieta sana, porque no sólo te ayuda a adelgazar, como se creía hace unos años, sino que es la mejor base para obtener una piel que se muestre flexible, un pelo que crezca sano, unas uñas fuertes… ya sin nombrar los beneficios médicos que aporta también a tu salud (colesterol, etc.).
Lo que ocurre, es que, como pasa muchas veces, la gente lleva algunas rutinas y buenas costumbres a los extremos, y hoy ha sido noticia en los informativos, los peligros de caer en la obsesión por una dieta sana, una enfermedad de nueva era, a la que se le bautizó como ortorexia.
La ortorexia ha nacido del exceso de información que la sociedad hoy tiene sobre cada alimento que cae en sus manos: transgénicos, biológicos, modificados genéticamente, con pesticidas… y un sinfín de datos que te llevan a no pensar en otra cosa que recabar el mayor número de datos sobre cada producto, a los que al final siempre se les encuentra un tipo de colorante, conservante, grasa adicional, o lo que sea que te lleve a convertir tu lista de alimentos tolerables en 4 cositas que consideras sanas.
Este hecho no sólo es un peligro para tu salud física, sino que, mentalmente, también empiezas a renunciar a reuniones sociales porque consideras que toda la comida que se sirve por ahí está “infectada” con añadidos prohibidos. Por lo que siempre debes recordar que lo importante es tu integridad como persona, y todos sabemos lo qué es una dieta sana sin necesidad de estropear nuestra vida ni nuestro cuerpo.