Una mujer, una crema, un maquillaje. Esta es la máxima que todas deberíamos mantener siempre a la hora de adquirir nuestros productos de belleza, tanto a nivel de tratamiento e hidratación, como en las bases y colorido. El mercado cosmético es muy amplio y su publicidad constante, pero no por ello debemos caer en el producto del momento y olvidar la clave principal de un buen acabado: el mejor aspecto de tu piel.
Partiendo de la base de que hay que limpiar la piel todos los días, mañana y noche, pasamos directamente a la crema que mejor va con cada una de nosotras. La finalidad primera es mantener los niveles óptimos de hidratación, siendo secundarios los demás tratamientos que puedes encontrar para combatir el envejecimiento. Si hablamos de pieles jóvenes, nunca es aconsejable usar cremas antiedad, será suficiente con hidratar, preferiblemente con geles, si se tiene la piel grasa, porque no dejan brillos.
Las pieles mixtas necesitan texturas fluidas, ya que hidratan más que el gel pero no son tan untuosas como las de tarro. Las pieles secas necesitan hidratación extra, base innegable para un maquillaje perfecto. Si además quieres tratar líneas de expresión y arrugas, empieza por usar productos que tratan las de zonas específicas, como los contornos de ojos y labios. Nunca utilices cremas que estén por encima de tus necesidades, ya que no ejercerán ningún beneficio sobre tu piel. La misma premisa es la que debes seguir al comprar un maquillaje.
Fíjate especialmente en su textura y deja el color como último requisito. Los maquillajes oil-free (libres de aceites) son únicamente para pieles grasas y mixtas. Los maquillajes tensores y antiedad son para pieles maduras, ya que son super hidratantes y no son aptos para otro tipo de piel. El tono ideal será el tuyo natural, así cubrirás imperfecciones y conseguirás unificar la superficie del rostro. Sube el color con ligeros brochazos de polvo y con toques de colorete. La crema y el maquillaje trabajan en equipo para ofrecer tu mejor imagen.