Aunque creas que el colorete sirve simplemente para dar un toque de color y que cualquier tono puede sentar bien, hacer una mala elección y aplicar un colorete inapropiado puede estropear toda la tarea que hemos hecho para maquillarnos.
En realidad, debes elegir el colorete según tu tono de piel, el color de tus ojos o el de tu cabello. Hoy hablaremos del primer factor, que constituye el elemento de decisión más importante.
Para empezar, sería un error aplicar sombras oscuras o doradas sobre pieles claras, por lo que si tienes una tez pálida procura utilizar tonos rosáceos y pasteles con algo de brillo para evitar un el aspecto artificial que nos dan los coloretes para pieles morenas mediterráneas.
Estas últimas pueden utilizar una amplia gama de tonos siempre cálidos como los dorados, granates o de color melocotón, tonos similares a la piel que sin embargo no la oscurecen ni la apagan.
Para pieles muy oscuras o negras por supuesto son recomendables los tonos oscuros, dorados o nacarados, pues otros tonos pueden dar un aspecto muy artificial a nuestro rostro.
Las pieles orientales agradecen todo lo contrario, tonos muy sutiles y naturales que prácticamente ni se noten y que no endurezcan más los rasgos. Así, los tonos de blush más indicados son los naranjas, rosas pálidos y anacarados.
Como ocurre con el maquillaje, utilizar más de dos tonos superiores o inferiores al color de tu piel es un gran error, pues es una medida equivocada que, además, se nota y puede desfavorecerte. Sé consciente de cómo eres y no pretendas ser más morena o tener un dulce tono rosado si tu tono de piel simplemente no te lo permite.
Aplíca el blush desde la parte superior del pómulo cercana a la oreja hacia la parte central de la cara, y difuminándolo más precisamente en esta zona.
Como consejo final, busca un aspecto natural y no sobrecargues el rostro con un exceso de colorete, que puede resultar antiestético.