La piel se desprende de una cantidad de células muertas que oscila entre 30.000 y 40.000 por minuto. Este proceso natural se hace menos perfecto con el paso del tiempo, por lo que las células se acumulan y quedan adheridas a la piel. Así es como el cutis se va mostrando más engrosado, rugoso y apagado, y también puede provocar la aparición de granos y espinillas. Por este motivo es muy necesario que tengas en cuenta la importancia de exfoliarse bien y de forma habitual.

La exfoliación debe realizarse de una forma especialmente suave y evitando hacerlo en zonas especialmente delicadas como el contorno de los ojos o de los labios. Para pieles sensibles y maduras los productos exfoliantes más adecuados son aquellos de tipo enzimático, con papaína y bromelaína, que disgregan las células muertas sin necesidad de frotar la piel. Su uso es tan sencillo como aplicar una capa fina después de desmaquillarte y retirarla después de unos minutos con agua tibia.
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Cuando hablamos de belleza y cuidados estéticos, lo más habitual es que nombremos como base de un buen tratamiento la limpieza de cutis, a la que siempre va unida su correspondiente exfoliación. Lo que ya no es tan común, es que tengamos esa misma rutina para cuidar minuciosamente el resto de nuestro cuerpo, y no debemos dejar pasar por alto que la piel, sea de donde sea, necesita siempre una serie de cuidados.

Por ello, es importante que, de vez en cuando, le des un capricho a tu cuerpo y te masajees con productos específicos para la exfoliación corporal y notarás como, poco a poco, tu piel va mejorando. Al exfoliarte eliminas células muertas, que son mucho más visibles en las plantas de los pies, a modo de durezas, pero que también están presentes en el resto del cuerpo, y con ello también te beneficiarás de un tono de piel uniforme, puesto que la radiación solar o la aplicación de autobronceadores conviene realizarla después de una buena exfoliación.
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